viernes, 29 de marzo de 2013
Un de los primeros regalos que lo españoles recibieron al salir de Cuba en busca de nuevas tierras fue precisamente la planta del tabaco, entre otros. Dieron los indígenas a sus medio de abalorios, hojas secas de la Nicotina tabacum. Los españoles, ignorantes del valor de lo ofrecido, tiraron por la borda la hojas al levar anclas. Bartolomé de las casas registra un informe donde menciona y describe expresamente, tras la llegada de los navegantes a Cuba: Estos dos cristianos se cruzaron con muchas personas, hombres y mujeres en el camino. Los hombres llevaban una tea encendida en las manos y unas hierbas cuyo humo aspiraban; hierbas secas, envueltas sobres otras hierbas, como mosquetes de papel que los niños confeccionaban en la fiesta del Espíritu santo. Encendidas en un extremo y masticaban y aspiraban en el otro, a fin de inhalar el humo que insensibilizaba sus carnes como si estuviesen embriagados, y así dicen que no sienten el cansancio. A estos mosquetes ellos los denominan tabacos.
Esos dos cristianos serían los primeros en llevar el tabaco a la boca; Rodriguez de Jerez y Luis de Torres, fumadores habituales en el tiempo que estuvieron en aquellas tierras americanas, cosa que le trajo serios problemas en su regreso a la metrópoli. Su papel adictivo era dominante y cuando se les sugería no lo hiciesen, respondían que era un vicio, alegaban que no estaba en su mano evitarlo.
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